sábado, 24 de octubre de 2009

Mapa de la Ciudad de Roma:

  • Las 7 colinas:








Las siete colinas de Roma son una serie de promontorios que históricamente han formado el corazón de la ciudad de Roma. Situadas al este del río Tíber, este conjunto geográfico ha protagonizado numerosísimos pasajes literarios y son una referencia muchas veces repetida en la cultura popular.

Las siete colinas de la antigua Roma eran:

  • el monte Aventino (Collis Aventinus), (47 metros de alto).


  • el Capitolino (Capitolinus, que tenía dos crestas: el Arx y el Capitolium), (50 metros de alto).


  • el Esquilino (Esquilinus, que tenía tres cimas: el Cispius, el Fagutalis y el Oppius), (64 metros de alto).


  • el monte Palatino (Collis Palatinus, cuyas tres cimas eran: el Cermalus o Germalus, el Palatium y el Velia), (51 metros de alto).

  • el Viminal (Viminalis), (60 metros de alto).


  • el Quirinal (Quirinalis, que tenía tres picos: el Latiaris, el Mucialis o Sanqualis, y el Salutaris), (61 metros de altura).

  • el Celio (Caelius, cuya extensión oriental se llamaba Caeliolus), (50 metros de alto).



Estas siete colinas figuran de forma prominente en la mitología romana, su religión y su política; tradicionalmente, se cree que la ciudad original fue fundada por Rómulo y Remo sobre el monte Palatino (Collis Palatinus). Las primitivas siete colinas eran: Cermalus, Palatium, Velia, picos del monte Palatino, Cispius, Fagutalis, Oppius, picos del monte Esquilino, y Sucusa.
Inicial y tradicionalmente, las siete colinas fueron ocupadas por pequeños asentamientos que se agruparon y formaron una ciudad conocida como «Roma». Los ciudadanos de las siete colinas comenzaron a participar en una serie de juegos religiosos que comenzaron a unir a los grupos. La ciudad de Roma nació por tanto una vez que los asentamientos comenzaron a actuar como grupo, drenando los valles pantanosos que los separaban y convirtiéndolos en mercados y foros.







  • Río Tiber :





Desde su nacimiento, el Tíber fue el alma de Roma, y el hecho de que la ciudad le deba su propia existencia está descrito ya desde la primera escena de la leyenda de la fundación, con Rómulo y Remo en la canasta que, atascada debajo de una higuera, sorben el fluido azucarado que brota de los frutos, a la espera de una verdadera comida.
Todos los asentamientos pre-romanos cuya convergencia dio origen a la Roma histórica "veían" el Tiber, pero desde lo alto, no desde sus márgenes (recuérdese
Antemnae, por ejemplo), por obvias razones de defensa y porque el Tiber siempre ha sido un río sujeto a desbordes imprevistos.
El punto en el cual la llanura aluvional era más seguramente practicable era en correspondencia de la Isla Tiberina, al lado de la cual (en el área que se transformaría en el
Foro Romano, a partir de un más modesto Foro Boarico) se localizó originalmente el punto de encuentro y de intercambio entre las poblaciones etruscas que dominaban la márgen derecha (llamada más tarde Ripa Veientana y las poblaciones del Latium vetus sobre la margen izquierda (la Ripa Graeca).
La isla era, además, el límite hasta donde podían llegar las antiguas naves de poco calado que venían desde la desembocadura en el mar Tirreno.
A corta distancia, aguas abajo, se construyó (en madera, y como tal permaneció por diversos siglos) el primer puente de Roma, el
Puente Sublicio. Para las antiguas poblaciones era de tal importancia este puente y su mantenimiento, que en relación a este nació el más antiguo y potente sacerdocio romano: el "Pontífice máximo".
El río mismo era considerado una divinidad, personificada en el
Pater Tiberinus era celebrado todos los años el 8 de diciembre, coincidentemente con el aniversario de la fundación del templo dedicado a su honor en la isla Tiberina, era un rito de purificación y propiciatorio.







  • Barrios de la antigua

Roma :
























A mediados del siglo II la población de Roma se acercaba al millón y medio de habitantes, concentrándose la mayoría en los barrios centrales. Existían unas 46.000 insulas -una densidad media de 102 insulas por hectárea- algunas de ellas bastante altas debido al incremento de los precios que estaba alcanzando el suelo. Augusto tuvo que limitar las construcciones a 70 pies, unos 21 metros, mientras que Tácito menciona casas de 30 metros. A pesar de las limitaciones, los edificios seguían creciendo. Roma tomaba el aspecto de una Nueva York antigua. La introducción del ladrillo cocido, que daba mayor solidez al edificio y era menos combustible, fue lo que permitió la edificación de estos colosos. La Subura, el Argilentum y el Velabrum eran los barrios más populosos y los más poblados. Allí vivían zapateros, libreros, vendedores ambulantes, magos, maleantes, aventureros, charlatanes, etc. Como es lógico, las casas estaban levantadas de manera anárquica y sus calles eran estrechas, distribuyéndose las tiendas y los talleres artesanales por oficios. La mayoría de las casas estaban arrendadas y subarrendadas a su vez, elevando las precios de manera desorbitada. El barrio de la Subura estaba situado entre las colinas de Viminal y Esquilino, cercada por el Argiletum, el foro romano y el foro Transitorio. Era un área ruidosa y sucia, en la que se ubicaban numerosos comercios y fábricas, cobijando en sus calles a un buen puñado de criminales, prostitutas y pobres. Las inscripciones atestiguan la existencia de una sinagoga. Suetonio registra que Julio César vivió en este populoso barrio.






  • La muralla:




Las Murallas servianas (en latín: Murus Servii Tullii) eran una barrera defensiva construida alrededor de las ciudad de Roma al principio del siglo IV a. C. Las murallas tenía una anchura de de 3,6 metros y una longitud de unos 11 kilómetros, con más de una docena de puertas.
El nombre hacía honor al
Rey de Roma, Serbio Tulio.




Aunque el trazado parece datar del siglo VI a. C., los restos actuales que se conservan datan del periodo final de la República Romana, como prevención tras el saqueo de Roma posterior a la batalla de Alia durante la primera invasión gala de la península italiana. Los galos, al parecer, tuvieron un fácil acceso a la ciudad, posiblemente porque los etruscos les obligaron a desmantelar las defensas que mantenían.
Las murallas fueron construídas con grandes bloques de piedra
tosca. Algunas secciones incorporaban una profunda fosa para aumentar la defensa. En la parte norte se combinaba con rampas defensivas de tierra, lo que permitía incrementar el grosor del muro y, a los defensores, tener en el interior una plataforma para repeler cualquier ataque. El conjunto tenía armas defensivas importantes, incluidas catapultas.
Las murallas fueron obstáculo suficiente para contener el formidable ataque de
Aníbal en el 211 a. C. durante la Segunda Guerra Púnica. La muralla se mantuvo casi idéntica al final de la República y en los inicios del Imperio, para ser posteriormente ampliada para recoger los distintos distritos en que Augusto dividió la ciudad tras su crecimiento.

No obstante, con la extensión del Imperio y la seguridad de la ciudad, dado que las fronteras se extendían por todo el
Mediterráneo, las murallas perdieron su utilidad. Esto, unido al incremento notable de la extensión territorial de Roma, tuvo como efecto que parte de las murallas fueran derribadas para permitir el acceso a los nuevos barrios. Cuando en el siglo III la ciudad fue atacada por tribus bárbaras, el emperador Aureliano si vio obligado a defender la ciudad con unos nuevos muros.
Algunas secciones de las Murallas servianas son visibles en distintos puntos de
Roma. Las mejor conservadas y más grandes secciones se encuentras preservadas en la estación Termini y en el Monte Aventino.

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